¿Cómo potenciar el vínculo
familiar?
¿Cómo potenciar el vínculo familiar?
Resulta obvio que el vínculo con la familia es muy importante para el desarrollo de nuestros hijos e hijas. Al fin y al cabo, el entorno familiar es el primer contacto que tienen los y las menores con lo ajeno, lo que no es el “yo”.
Que esa relación se forje con lazos fuertes y seguros les empodera para salir al mundo, les hace llegar a él con más confianza, con más herramientas para desenvolverse, y con la seguridad de que siempre tendrán un lugar al que regresar.
¿De dónde viene este interés por el vínculo?
Su importancia fue analizada principalmente por John Bowlby y tu teoría del apego. Bowly estudió las consecuencias de la separación o ruptura a edades tempranas de dicho vínculo en adolescentes con problemas de delincuencia.
Pero no fue el único. Resultan también muy interesantes las investigaciones realizadas por Mary Ainswoth, quien definió lo que se conoce como “base segura“. Se trata de la importancia de la figura de apego (adulto de referencia) para que el o la peque se atreva a salir a explorar el mundo que le rodea.
Ainsworth también clasificó los diferentes estilos de apego que se desarrollan en los y las peques, relacionándolos con los estilos educativos de sus progenitores/as.
Os recomendamos poner en el buscador “Situación extraña” y ver algún video, seguro que así queda mucho más claro de que estamos hablando. Pero después, ahora… seguid leyendo.
¿Cuándo se empieza a formar este vínculo?
Pues antes de lo que muchos pensarían. El hecho de decidir, o no, ser padres o madres ya empieza a condicionar nuestra vida y la del peque. El motivo por el que queremos serlo también condiciona.
Imaginemos distintos motivos para plantearnos traer una vida. ¿La idea es que mantendrá unida a la pareja? ¿Nos planteamos hacerlo por no estar solos o solas? ¿Lo hacemos por dar un hermanito o hermanita? ¿El motivo es que nos encantan los peques? Sea cual sea la intención, el objetivo que perseguimos, condiciona el cómo interactuamos cuando nacen.
Pero cuidado: decimos condiciona, no determina. Es un factor importante, pero no el único, ni es insalvable.
Pongamos otro ejemplo: una pareja o una madre soltera, que sin buscarlo se queda embarazada. El hecho de que sea algo inesperado, incluso no deseado en un principio, no implica que no vayan a ser unos padres estupendos, o una madre increíble, con todas las posibilidades de crear un vínculo de apego maravilloso.
Pero saber cuál es la premisa de la que partimos, cuál es nuestra visión del nuevo miembro de la familia, nos ayudará a desarrollar un vínculo sano, y a emprender una crianza respetuosa con el bebé al entender desde que prisma lo veíamos, para ir despojándonos de él, otorgándole su propio lugar, y no el que habíamos predeterminado.
¿El vínculo solo se trabaja con los recién nacidos?
¿Y cómo lo hacemos?
El primer paso es tener muestras de afecto. A todos nos gusta sentirnos queridos, nos hace sentir seguros, felices. Hay que abrazarse, besarse… pero también hay que decir “te quiero”. Lo uno sin lo otro pierde fuerza. La coherencia entre lo que hacemos y lo que decimos es un pilar fundamental en cualquier área de nuestra vida, no lo olvidemos.
También es importante una buena comunicación. Una que no juzgue, que no descarte, que no ridiculice. Esto puede parecer simple pero no lo es. A menudo tratamos a los niños y niñas como personas que no tienen nada que decir, nada que aportar. Por otro lado, siempre andamos con prisas, y pararnos a escuchar nos cuesta. Pero en realidad, todos los padres y madres queremos que nuestro hijos e hijas vengan a contarnos que les pasa, sus problemas, sus miedos…
¡Pues a trabajar esa comunicación se ha dicho!
Apoyarnos en las rutinas es otro medio para trabajar nuestro vínculo. Podemos aprovechar el momento de irse a la cama, leer un cuento, arroparles, el beso de buenas noches. Hacer la comida o la cena en familia, sin televisión ni móviles, mirándonos a los ojos y poniéndonos al día.
Es esencial pasar tiempo juntos. No se puede sentir cercanía por quien no esta cerca. Organicemos actividades que podamos disfrutar en familia: una salida al parque, instaurar la noche del cine en casa familiar, una tarde de juegos de mesa…
Colaborar en las tareas del hogar también resulta muy útil, porque nos hace sentir que formamos “parte de”, que somos necesarios en la familia, y aprovechamos para trabajar su autonomía, educarles en la igualdad. ¡Las tareas domésticas son una fuente infinita de aprendizajes!
Un buen vínculo es un trampolín para tener niños y niñas felices, que se desarrollarán de forma equilibrada. Nada nuevo, ya lo hemos dicho. Pero también nos ayuda a los padres y madres a ser más felices, a sentirnos satisfechos con nuestra labor, a sentirnos queridos y queridas, a disfrutar de la crianza.
Todo son ventajas, así que ¡A fomentar el vínculo!